
El ambiente estaba completamente enviciado. Casi no se podía respirar. Yo estaba todo transpirado y no me importaba para nada disimularlo. Mire mi baso de wisky y verlo vació me lleno de amargura, de desilusión. Comprobé que solo me quedaban unos hielos a punto de derretirse, me los puse en la boca y sentí como un escalofrió tremendo me transito todos los huesos y me llego hasta lo más profundo. En la mesa que estaba a mi lado me miraban dos señoritas y se cuchicheaban algo que me causaba mucha intriga pero al rato me distraje y no les preste más atención. La música del lugar ya me estaba aturdiendo un poco. Estaba disgustado ahí adentro y decidí irme con una impunidad… Cuando me levante note como las señoritas me clavaban la mirada en la nuca. Me di vuelta y las miré fijo. Ellas también se me quedaron mirando fijo, como esperando alguna reacción. Pero no soy bueno para las reacciones. Así que solo sonreí y seguí mi camino hacia la salida. La cual encontré de milagro.
Ya en la calle, respiré profundo, aliviado. El viento frío me golpeaba en la cara, y eso me provoco nuevos escalofríos, claro, la transpiración no me ayudaba. Recordé a mi madre, cuando me decía que me abrigue después de jugar al fútbol. Siempre se preocupo por que me abrigue.
Camine muchas cuadras en la noche. Una noche tenebrosa. Digna de alguna novela policial. Me causó gracia el hecho de imaginarme detective. Y balbucee algunas frases sin sentido. Daba algunos pasos y de repente me frenaba, me quedaba inmóvil unos segundos y muy despacio me daba vuela como si detrás de mí tuviera la cámara a la cual le tenía que actuar. La mirada que ponía era una mirada penetrante. Me estaba imaginando en una película de detectives. Mi pepel no era el de un buen detective, más bien era bastante malo. Torpe.
¿Qué era, una comedia entonces? Era como Peter Sellers en “A shot in the dark” o en castellano “Un disparo en las sombras”.
Ya en la calle, respiré profundo, aliviado. El viento frío me golpeaba en la cara, y eso me provoco nuevos escalofríos, claro, la transpiración no me ayudaba. Recordé a mi madre, cuando me decía que me abrigue después de jugar al fútbol. Siempre se preocupo por que me abrigue.
Camine muchas cuadras en la noche. Una noche tenebrosa. Digna de alguna novela policial. Me causó gracia el hecho de imaginarme detective. Y balbucee algunas frases sin sentido. Daba algunos pasos y de repente me frenaba, me quedaba inmóvil unos segundos y muy despacio me daba vuela como si detrás de mí tuviera la cámara a la cual le tenía que actuar. La mirada que ponía era una mirada penetrante. Me estaba imaginando en una película de detectives. Mi pepel no era el de un buen detective, más bien era bastante malo. Torpe.
¿Qué era, una comedia entonces? Era como Peter Sellers en “A shot in the dark” o en castellano “Un disparo en las sombras”.
La cuestión es que saque un cigarrillo, el último que me quedaba. Lo encendí y me senté en el hall de un edificio que solo tenia un foquito. Un maldito foquito que se encendía con el más mínimo movimiento.
Como me ponen nervioso esos foquitos. Esos foquitos indecisos. No saben lo que quieren. Pensaba para mis adentros.
Cuando le di la última seca al cigarro. Paso por delante de mí un perro vagabundo. Hermoso. Con una impronta tal de quien conoce la calle como nadie. Lo observe detenerse a mirar la calle atentamente. Era el dueño de la calle. Observe hasta el más mínimo detalle de cómo se paraba. La cabeza bien levantada, las orejas de la misma manera giraban en busca de los sonidos de la noche. Dio vuelta la cabeza y me miró fijo. Me hizo acordar a las señoritas del bar. Pero con él me sentí mucho más cómodo. Nos miramos como entendiéndonos. Éramos dos vagabundos sin saber a donde ir. Sin saber que hacer. Se relamió como saboreando el hedor de alguna bolsa de basura… y yo quise creer que me había sonreído. Como aceptándome, como si me estuviera permitiendo compartir esa cuadra, esa noche.
Como me ponen nervioso esos foquitos. Esos foquitos indecisos. No saben lo que quieren. Pensaba para mis adentros.
Cuando le di la última seca al cigarro. Paso por delante de mí un perro vagabundo. Hermoso. Con una impronta tal de quien conoce la calle como nadie. Lo observe detenerse a mirar la calle atentamente. Era el dueño de la calle. Observe hasta el más mínimo detalle de cómo se paraba. La cabeza bien levantada, las orejas de la misma manera giraban en busca de los sonidos de la noche. Dio vuelta la cabeza y me miró fijo. Me hizo acordar a las señoritas del bar. Pero con él me sentí mucho más cómodo. Nos miramos como entendiéndonos. Éramos dos vagabundos sin saber a donde ir. Sin saber que hacer. Se relamió como saboreando el hedor de alguna bolsa de basura… y yo quise creer que me había sonreído. Como aceptándome, como si me estuviera permitiendo compartir esa cuadra, esa noche.
3 comentarios:
Me encantan las imágenes de tus escritos K-puchón!!!!!! Muy buen Blog!
Te mando un abrazo enorme, hasta mañana,je.
Luc
Gracias Lu!!!
Tus palabras son todo un honor.
Nos vemos mañana
K-PUUUCHA!!!!! ves que se puede!!
mis felicitaciones al autro!!!
abrazosssss!!
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